Hay varias clases de manipuladores:
El “fascinador” Suele estar dotado de un físico atractivo, con “encanto”. Toma lo que desea de los demás pero sólo devuelve halagos. Suele asumir un aire de “misterio” pues no responde a las preguntas personales, aunque se entera de todo lo que le interesa de la “víctima”. Cuando se le niega algo, se vuelve irónico, sarcástico e incluso malévolo.
El “generoso” Se desvive por nosotros, nos lo da todo, está pendiente de nuestras necesidades y deseos sin que tengamos que pedir. Pero se resiste a que le neguemos algo, como medida compensatoria de sus “desvelos”. Podemos vernos manipulados por explotadores que nos obligan a un intercambio no equitativo. No es generoso, sino un inversor buscando su propia ganancia a nuestra costa.
El “pedante” Se muestra despreciativo con quienes no tienen los mismos conocimientos que él. Decimos que él es muy inteligente y no nos atrevemos a formularle preguntas; si lo hacemos, se puede mostrar sorprendido, irritado o incluso evasivo. Procurará hacer que la otra persona se sienta inferior, poniendo en juego los elementos que refuerzan su autoridad: títulos, profesión acreditada, edad o experiencia.
El “pasivo-agresivo” Es muy destructivo. Juega “por detrás” y siembra cizaña sin levantar sospechas. Provoca conflictos, aunque dice detestarlos, utilizando a terceras personas para llevar el juego adelante y nadie puede imaginar que la fuente de ponzoña es alguien tan “calladito”. “Líbrenos Dios del agua mansa…”
El “tirano” Es fácilmente detectable; sus críticas, sus ataques y comportamientos suelen ser violentos. Cuando necesita nuestros favores utiliza la adulación, pero por regla general no hace cumplidos, sino que se muestra desagradable, autoritario y agresivo. Se le teme. Suele ser perverso, porque es consciente de su exigencia y ha decidido que “sus reglas” son las únicas válidas y aplicables a todo su entorno profesional, familiar y social.