La palabra emoción deriva del verbo latino “movere” y la partícula “e” que indica dirección.
Para eso sirve una emoción: nos mueve hacia una dirección, buscando resolver algo, aplicando la fuerza que genera en nuestra mente y cuerpo.
En su mayor parte, las emociones son una movilización de fuerza de respuesta ante los pensamientos con que evaluamos algún suceso inicial. Por eso es tan importante pensar adecuadamente.
El sabio griego Epicteto ya lo dijo muy bien:
“Lo importante no son las cosas, sino lo que yo pienso de las cosas”
Esto explica por qué ante un mismo suceso, cada persona reacciona de modo diferente o con matices distintos; porque cada persona piensa cosas diferentes de lo que sucede. Uno tiene miedo, a otro le entra risa, otro se entristece, hay quien se enfada… y por eso cada persona somos algo único, porque vivimos las cosas a nuestro propio modo y con nuestras singulares características.
Los sentimientos son emociones que duran más en el tiempo. Las emociones surgen, las usamos para enfrentar un suceso determinado, disipamos la fuerza que las impulsa y nos quedamos libres para otra reacción. Esa fuerza, bien aplicada, facilita que nuestros actos sean apropiados ante el entorno.
Si reflexionamos, las emociones son el motor de nuestra acción en la vida. Por eso son tan importantes y hemos de aprender a aplicarlas de forma más efectiva.