Si la persona espera y cree que mientras ejerce la hipnosis va a estar completamente desconectada de lo que sucede a su alrededor (sonidos, ruidos, movimiento, etc.) e incluso de sus percepciones internas, al reorientarse cree que la hipnosis no ha tenido lugar, porque en realidad ha oído, percibido y notado multitud de sensaciones.
Cuando se lleva a cabo la hipnosis dentro de un marco de relajación, es muy habitual notar pesadez, ligereza o incluso lentitud en los movimientos corporales, a la vez que se percibe la mente como expandida, ampliada en sus capacidades y posibilidades, focalizada en sus objetivos y con las fortalezas puestas a disposición del cambio deseado.
Para lograr el cambio, ese estado mental acepta con más facilidad las sugestiones o indicaciones que se le hacen, las que mejor se ajustan a sus necesidades u objetivos. Esta aceptación e integración es uno de los pilares básicos de la técnica hipnótica.
Así pues, lejos de ser una especie de anestesia o adormecimiento, es una forma de estimular, activar y llevar a la mente a sus mejores niveles de dinamismo y beneficio. Justo lo contrario de lo que sería una anestesia, que nos impide sentir y participar del proceso.