Una de las cosas que más me gustan de la hipnosis es que es una habilidad que las personas podemos aprender a usar y aplicar en nuestras vidas de forma habitual. Todas las personas que podemos centrar la atención y pensar, tanto con palabras como con imágenes, podemos usarla.
Cuando yo guio a alguien en una experiencia de hipnosis, solamente hago eso, guiarle, sugerirle, proponerle… y la persona es la que llena esa sugerencia de detalles o, si lo prefiere, se va a pensar otra cosa, sin perder el contacto con su estado de bienestar interno.
Yo puedo proponer un, por ejemplo, tipo de paisaje, tal como una escena de playa, montaña, un valle… algo quizá en lo que anteriormente hemos acordado que a la persona le gusta. Pero la riqueza de detalles, de sensaciones y el tipo de imágenes que componen esa escena son todas aportadas y pensadas por la persona. Como terapeuta le voy guiando en el transcurso de la situación y es la persona la que busca, aporta respuestas, encuentra sus fortalezas personales, da sentido a sus sensaciones… en suma, provoca un desarrollo personal al que me permite acompañarle y que posteriormente me explica y revela.
Eso es lo que permite que la persona mantenga el control, busque sus propias respuestas, aporte sus soluciones… Mi labor como terapeuta es ayudarle a perfilar ese camino interno y facilitar que haya un marco adecuado, lleno de respeto y evitando cualquier intervención manipulativa, en el que se desarrolle el progreso personal.
Por eso no hay nada rígido, predeterminado o prefabricado en una sesión en la que se usa la hipnosis; la persona es la que la genera, asimila y aplica a su propia vida todo lo explorado y descubierto.